Los “4 Pelagatos” no sólo es un proyecto musical. Es algo más, quizás un proyecto de vida. Inicié mi andadura con ellos allá por el año 1995 (ya escribo como hablan los abuelos, qué le vamos a hacer). Contaba yo con 18 añitos. Estaba a punto de lanzarme en plancha a esto de la vida, era como una bolsa de patatas a punto de abrir, como un melocotón sin lavar, como una aceituna un segundo antes de ser introducida en agua y sal… a medio hacer. Por entonces el grupo se llamaba “Los fabulosos Bronkos Blues Band”. Nombre que pronto quedaría en “Los Bronkos”, a secas. Y tocaban… “blues”. Incluso me hicieron llegar una maqueta que habían grabado en estudio. Eran todo unos profesionales.
Aún recuerdo la estricta prueba a la que me sometieron los muchachos del grupo, los que ya habían iniciado la subida a este Everest que ha sido la música (por lo emocionante y vital). Me dijeron que andaban buscando alguien para tocar la armónica, que llamara al batería del grupo (Pedro) . Y así lo hice. Le llamé y me dijo que me pasara el sábado por la Casa de la Juventud, que iban a ensayar. Y allí fui yo, con mi guitarra española y mi armónica (que no era de blues), dispuesto a conocerlos.
La verdad es que no tenía ni idea, ni de tocar la armónica, ni de tocar la guitarra, ni de cantar, ni nada. Pero en fin, eso es lo que tiene la juventud, que te convierte en un insensato. Pero lo que no me esperaba es que allí habría otro “candidato”. Un tipo gigante, con voz de ultratumba y que, para colmo, tenían su propio equipo de voces. Nada más verlo me apeteció darme media vuelta y marcharme a casa. Aunque era insensato, tenía mucho sentido del ridículo. Pero Pedro no me lo permitió, y tuvieron la poca vergüenza de subirme al escenario y permitirme cantar una canción de Revolver. Patético todo. Por contra, mi adversario era capaz de cantar en todas las tesituras inimaginables… y además, tenía equipo de voces propio. “¿Cómo de grave queréis que cante?”, dijo una vez.. Yo quería morirme, así que puse todo mi empeño en tocar la armónica… Patético.
Aquí recibí mi primera lección. Una semana más tarde me llamo Pedro y me dijo que se habían dado cuenta de que no tenía ni idea de tocar ni de cantar, pero que bueno, quizás con un poco de ensayo, podría aprender a tocar algunas notas con la armónica. ¡Genial!, me dije. Y así empezó mi andadura. No sé muy bien por qué razón, pero Pedro siempre me dijo que me habían elegido porque les caí bien. La música, desde aquel día, siempre hecha entre amigos. La banda, por entonces, estaba formada por Pedro (batería), Alberto (bajo), Dani (guitarra), Tito (guitarra) y … yo, que aún no se sabía muy bien qué función iba a tener en el grupo.
Los primeros ensayos fueron duros. No tenía ni idea de qué hacer. Lo de la armónica no triunfaba, entre otras cosas, porque no tenía una armónica para blues, y no sabía que tenía que estar afinada en una tonalidad especial en función del tono en el que se tocara (una cuarta por encima), por lo que aquello no sonaba de ninguna manera. Y como ellos también se dieron cuenta, empezaron a ofrecerme cantar alguna canción, aunque fuera en inglés. “Chapurrea lo que puedas”, me decían. “Canta en guachi-guachi”. Pero a mí me daba una vergüenza terrible y además no estaba acostumbrado a cantar a través de un micrófono, tratando de superar a dos guitarras, un bajo y una batería que eran capaces de despertar a los muertos. A menudo me sentía un impostor y me entraban ganas de abandonar, pero Pedro me recordaba siempre que confiaban en mí, de manera que seguía adelante, aunque a veces me resultara un suplicio.
Todavía me acuerdo de mi primer concierto en la Casa de la Juventud. Nos habíamos vestido todos de etiqueta y llevábamos gafas de sol, a lo Blues Brothers. Quizás de esta forma tratábamos de ocultar nuestra vergüenza, construirnos una especie de máscara que nos distanciara de un público poco acostumbrado a los grupos de barrio, a los grupos amateurs. Y la verdad es que no salió mal del todo. La Casa estaba llena, la gente disfrutó del concierto, pero en la última canción se me ocurrió la genial idea de invitar a la gente a “moverse”, que habían estado muy parados durante todo el concierto. A cambió recibí un fuerte “¡A ver si te mueves tú!” de un sincero espectador (Suri, Suri…). Por suerte no pude escucharlo y pude acabar el concierto de forma más o menos digna, como un tronco, pero dignamente. Puedo decir que la gente incluso disfrutó con nuestro legendario tema “En el barrio” y su ya eterna frase “…las tetitas te se mueven cuando escuchas este blues.”.
Ensayábamos en la Casa de la Juventud. Por aquel entonces, la Casa prestaba su escenario a la asociación local de músicos jóvenes, “Amantes del ruido”. Más tarde decidimos buscar nuestro propio destino y empezamos a ensayar en unos locales de Fuenlabrada, que más bien parecían trasteros abandonados en una nave de un polígono. Era barato, pero tardábamos un rato en desplazarnos, de manera que alguien nos habló de un local en Torrejón de la Calzada. Habíamos dado algún concierto más, se había consolidado más mi posición de cantante y se había incorporado a la banda Santi (un armonicista que sí sabía tocar la armónica, y ¡muy bien!). El local en realidad era un cuarto en una nave a punto de ser demolida en la que vivían (en la parte de arriba) una familia de inmigrantes marroquís, en una de las situaciones más precarias que he visto en mi vida. Por eso, no tardamos en buscarnos otro local. Y, por fin, nos trasladamos a los famosos locales de Pedro “Puertas”, un parleño que tenía una antigua granja en mitad del campo, dentro del término municipal de Torrejón de la Calzada. Allí nos reunimos unos cuantos grupos más de jóvenes, ansiosos por formar una banda de rock a nuestra medida. Podíamos ir cualquier día de la semana, incluso de noche, pero tenía algunos inconvenientes. A veces, el bueno de Pedro “Puertas”, si llegabas un poco tarde, podía asustarte. Acostumbraba a hacer de vigilante nocturno, escopeta en mano, para que nadie pudiera entrar a robar. He de decir que jamás nos disparó a nadie y que era un buen tipo, si pagabas religiosamente el local todos los meses. Luego estaba lo del camino de acceso. En verano temías por los amortiguadores de tu vehículo y en invierno rezabas para que las ruedas no quedaran atrapadas en el barro. De hecho, alguna vez nos toco empujar para sacarlas. Yo acababa de sacarme el carnet y conducía el viejo R-9 de mi padre, el famoso “Hervie” (apodado así por mi buen amigo y casi quinto Pelagato, Coke).
En aquellos locales disfrutamos de algunos de los mejores momentos de nuestra carrera musical, preparamos nuestros mejores hits y, sobre todo, fue creciendo nuestra amistad. Incluso tuvimos una mascota. Se llamaba Elvis, y era un pequeño gato que recogió Pedro de la calle porque le daba pena. Cuando tocábamos nuestros temas se subía por las paredes. Pedro decía que es que le gustaban nuestras canciones. Por suerte para él, terminó escapándose. Quizás haya formado su propia banda de rock y cante “Cualquier noche los gatos, de tu callejón, maullarán a gritos esta canción…”. También fueron dejándonos algunos componentes y se incluyeron otros. Por ejemplo, Alberto nos dejó y se incorporó Manu que, como yo en un principio, no conseguiría definir su rol hasta más adelante, pues comenzó tocando el bajo.
También nos dejó, al menos por un tiempo, nuestro amigo Dani. Había decidido irse a Francia a trabajar y, claro, teníamos que buscar otro guitarrista. Fue entonces cuando conocimos a Quique, un guitarrista más interesado por el Rock and Roll que por el blues, pero que en seguida encajó a la perfección en nuestra banda. El trato era que se quedaba hasta el regreso de Dani y aceptó de buen grado. Era el momento de cambiarse el nombre, como una forma de aparcar un proyecto musical, alterado sensiblemente por el cambio de personajes. No sabíamos cómo llamarnos y una amiga me dio la idea: Canal Blues. Durante la era “Canal Blues” tocamos en multitud de sitios, todos ellos con escenarios de menos de 4 metros cuadrados. Por suerte, aún no éramos “demasiado gordos para el rock and roll”. Incluso llegamos a tocar en la legendaria sala “El Laboratorio”. Se decía de este local que en él se habían iniciado artistas tan emblemáticos como Antonio Vega o Los Secretos. El local era un subterráneo con forma de túnel y el técnico de sonido era un egipcio hippie pasado de vueltas que también tenía su propia banda y tocaba de vez en cuando allí. Me sorprendió por su enorme parecido a Iggy Pop y su amplia capacidad para sonorizar a un grupo sin dirigirle la palabra a nadie. Podría decirse que aquel hombre no hablaba con un grupo que no respetara, de manera que primero tenía que verte tocar. La primera vez que fuimos logramos convocar a cinco personas (dos de ellas amigos míos). Y teniendo en cuenta que había que pagar para poder ver el concierto, fueron muchas. Al terminar el concierto, el egipcio dijo, “me ha gustado”. Y al salir, nos pagaron tres mil pesetas y nos dijeron que podríamos tocar otro día. Suplicamos por un sábado y lo conseguimos. Así que, salimos de allí con la sensación de haber superado un punto de inflexión en nuestra carrera musical, como si hubiésemos alcanzado el primer campo base. Y teníamos nuestros propias camisetas. Bueno, en realidad eran polos. Y nos los regaló nuestro buen amigo Javi (lavados Delfín).
Como os podéis imaginar, las anécdotas que rodean a una banda de rock que ha estado en pie durante más de veinte años, son numerosas y de todo tipo. Una de las que más veces hemos llegado a contar es, sin duda, la que protagonizó nuestro amigo Edu, hermano de nuestro guitarrista Dani, justo cuando éste se encontraba trabajando en Francia. Regresábamos de un ensayo, de noche, por la carretera, entonces fatal iluminada, que une Torrejón de la Calzada con la A-42. Tito con su furgoneta iba delante, yo con mi R9, detrás. Alberto aún estaba en el grupo y me acompañaba. Entonces vemos cómo Tito da un volantazo y frena bruscamente. A punto estuve de chocarme con él. Los faros de la furgoneta de Tito alumbran a un hombre que, completamente desencajado, nos grita mientras se lleva las manos a la cabeza. Parece horrorizado. Pedro abandona la furgoneta de Tito y también comienza a gritar. Mira a algún punto de la carretera. Parece horrorizado. A unos metros de allí, en mitad de la carretera, hay un cuerpo tirado. Un poco más allá, un casco. Y un poco más, una motocicleta de repartidor de pizzas. Al otro lado de la carretera hay un vehículo mal aparcado en el arcén, con las luces de emergencia. Inmediatamente después salimos del coche y escuchamos los gritos: “¡Es Edu, es Edu! ¡Está muerto!”. Es Pedro el que grita. Al acercarnos vemos que la persona que está en el suelo es Edu, el hermano de Dani. No sabemos si está muerto o sólo inconsciente, pero tiene una herida enorme en la cabeza y hay sangre en el asfalto. Acababa de ser atropellado por un conductor que en esos momentos trataba de hacerse a la idea de lo que había sucedido. Por suerte para todos, Edu no estaba muerto, y sólo fue atropellado una vez. Porque nosotros habíamos estado a punto de pasarle por encima. Sólo los gestos histriónicos del conductor consiguieron alertarnos de su presencia en la carretera. Todo quedó en un susto y en una anécdota, al menos para nosotros. A Edu creo que no le han quedado secuelas, aunque ahora se anuncie como el mago marrón, se haya cambiado el nombre artístico por Ardo Gwyddon y realice espectáculos de magia erótica en despedidas de soltera.
Por aquella misma época también fue el momento del blues en Parla. Pedro se había empeñado en que el blues estuviera presente en la vida de los jóvenes parleños y organizó, junto a “Amantes del ruido” y la Concejalía de Juventud, el primer Festival de Blues de Parla. Fueron momentos increíbles, con multitud de conciertos, tanto en la calle, como en la Casa. Se llevó a cabo durante un par de años y en él participaron artistas de la talla de “La Manzanares Delta Blues” con el gran Flaco Barral a la guitarra y voz, Malcon Scarpa, Ñaco Goñi y Los Bluescavidas. He de decir que nosotros asistíamos frecuentemente a conciertos de blues y aquellas personas se habían ido colando en nuestro imaginario musical como si se tratasen de mitos vivos. Por eso, cuando el segundo año nos enchufamos como teloneros de Ñaco Goñi y Los Bluescavidas, nos sentimos muy felices. Ñaco tocó la armónica como los grandes. No paraba de sudar y de beber de una vieja bota de vino que le acompañaba. El cantante, el gran Capo Alburquerque, se encontraba un poco mal. Había tenido un virus extraño y parecía más delgado y pálido que de costumbre, pero no por ello dejó de cantar como siempre lo hacía.
Dani había regresado de Francia y ocupó el puesto de Quique. Había sido un año entero, por lo que habíamos generado lazos de amistad con Quique y nos resultó difícil despedirnos de él. Esto es una de las cosas más importantes que me ha proporcionado la música. He hecho muchos amigos a lo largo de estos años. Y todos ellos han dejado en mi una huella que desprende cariño al tocarla. Poco tiempo después Dani dejó la guitarra y comenzó a tocar el bajo. Por su parte, Manu dejó el bajo y cogió la guitarra. Sabia elección por su parte.
Entonces se nos ocurrió la idea de incorporar a más gente en el grupo. Probamos diferentes cosas. Invitamos a mi amigo Ángel para que tocara el saxofón, pero me temo que su extrema juventud dificultó mucho la opción. Una pena, porque es un gran músico y habría aportado mucho al grupo, tanto musical como personalmente. También probamos con un compañero de facultad que tocaba el piano. Me hizo ir a buscarle hasta Villaverde Alto porque el teclado pesaba mucho. Vino al local de Pedro “Puertas” y tocamos con él “Las chicas son guerreras”. Con el teclado debía de pasar como con las armónicas, que estaría afinado en otro tono. Así que, finalmente nos decantamos por buscar a una corista. Una chica que aportara un toque femenino a la banda. Y fueron varias las que vinieron a probar: Raquel, María y Marta… Pero finalmente nos decidimos por la gran Mayte. Ya estaba hecho, ¡ya teníamos corista femenina! Aunque más que una corista, se convirtió poco a poco en parte de un dueto. Aún recuerdo aquellas maravillosas canciones que cantamos juntos: “Chica de alcohólico corazón”, “Cuando me miras tú me pones”… Fue un toque de aire fresco en el grupo. Pero no duró mucho. Supongo que la testosterona era demasiado fuerte incluso para una chica valiente como Mayte.
En esta etapa habíamos abandonado los locales de Pedro “Puertas” y habíamos alquilado una casa vieja en el casco antiguo de Parla. La casa tenía dos plantas, un patio y tres habitaciones, por lo que la compartíamos con otros dos grupos más, que fueron cambiando de vez en cuando. Incluso uno de ellos se marchó con el dinero de varios meses de alquiler y no volvimos a verlo más. Creo que ahora se dedica a tatuar por ahí. Espero que ya no tenga deudas el pobre.
Luego mi situación personal y profesional cambió y decidí abandonar el grupo. Un tiempo en el que mis compañeros siguieron, pero sufriendo también algunos cambios. Fue entonces cuando decidieron hacer un grupo de versiones. El blues exigía demasiado y ahora que yo no estaba preferían hacer algo que les llevara a otros campos musicales. Hicieron dos o tres conciertos en mi ausencia y decidieron llamarse “4 Pelagatos”. Pedro siempre dijo que el nombre hacía referencia a la cantidad de personas que iban a verlos en aquella época… No habían buscado un cantante nuevo, por lo que alternaban las voces Manu y Tito, al tiempo que tocaban las guitarras.
Debido a este cambio, Santi, el armonicista, decidió también dejar el grupo, pues él prefería seguir tocando blues y no veía su sitio en un grupo de versiones de rock.
Un par de años después Dani nos invitó a su boda. Estaban invitados todos los Pelagatos. Después habría fiesta en La Senda del Tiempo. Así que, después de unas copas, se nos ocurrió que podríamos darle una sorpresa improvisada a Dani. Y fuimos a por las cosas al local. Los Pelagatos se habían trasladado a los locales de Mario, Sur Music Studio. Por fin un espacio bien insonorizado, cómodo y cerca de casa. ¡Y con aire acondicionado! Ya no tendríamos que verle más los pechos a Pedrito.
Y éste fue el punto de partida para mi vuelta a la banda, los ahora “4 Pelagatos”. He de decir que me sentía mucho más cómodo con este nuevo estilo y planteamiento. Canciones conocidas del rock español… La verdad es que aprendimos un montón de cosas y, curiosamente, mis capacidades vocales mejoraron. Y también lo fue haciendo, poco a poco, nuestra puesta en escena, que nunca ha sido nuestro fuerte.
Y ésta etapa ha sido, probablemente, la más productiva en cuanto a conciertos. Pero lo mejor es que nos ha proporcionado multitud de experiencias increíbles. Tocamos en algún que otro festival, como el año que fuimos a tocar a Segovia al VII Castrorock, amenizamos las fiestas de algún que otro pueblo (Carranque -que aún nos deben 500 € de la actuación-, Villaverde Bajo, Parla, Fuenlabrada…), celebramos el 40 cumpleaños de mi hermano subidos en un camión, disfrutamos de un carnaval en compañía de una decena de griegas, colaboramos con algunas buenas causas (Semilla, Vértice, Operación Kilo…), compartimos escenario con una enorme pantalla en la que televisaban el fútbol mientras un montón de personas cenaban desenfadadamente, servimos como reclamo para centros comerciales (El Ferial), tuvimos el honor de participar en algún que otro aniversario (Let’s Go), participamos en campañas culturales (El Globo Sonda), presentamos libros (Cuando los peces salen del agua -junto a los Doctor Persona-, Inmortalidad: instrucciones de uso… todos míos, la verdad), fuimos cartel en fiestas moteras (Andén), nos hinchamos a beber y a comer bocatas de oreja a la plancha (antes del concierto) y, sobre todo, crecimos como personas e hicimos grandes y buenos amigos.
Y entonces llegaron más cambios. Primero fue Pedro, y después Dani. Fue un duro golpe para todos, pero las cosas son así. Buscaban nuevas experiencias musicales y andar otras sendas. Así que fue el momento en el que se incorporaron los dos nuevos componentes. Primero fue David (batería) y luego vino Nacho (bajista). Ambos encajaron, salvando las distancias, a la perfección.
Y quizás esta última, ha sido la etapa de mayor visibilidad del grupo. Tocamos de teloneros de Ñu, un grupo que forma ya parte de la historia musical de nuestro país. Un evento organizado por ASACO. Fue en la nueva Casa de la Juventud, en un barrio completamente nuevo y en una ciudad que es muy distinta de aquella otra ciudad en la que se programó aquel primer Festival de Blues en una Casa de la Juventud que ya no existe. Los tiempos han cambiado y nos han transformado. Y hemos pasado de dar un concierto vestidos con traje, pero con una nula presencia escénica, a tocar con los Ñu y sin presencia escénica. Incluso nuestros amigos Javi y Elvira nos diseñaron un nuevo logo para hacer nuestras propias camisetas. Y disfrutamos de alguna que otra reseña musical en revistas especializadas.
También disfrutamos de tocar en uno de las míticas salas de Madrid, la sala Galileo Galilei. Fue para ayudar a recaudar fondos para la asociación ASFEMA, que se encargó de subvencionar tratamientos a niños con Fenilcenoturia en la Franja de Gaza. Unas semanas antes había estado allí viendo a los Faemino y Cansado con mi amigo Coke, por lo que me resultaba increíble estar allí tocando. Toda una experiencia.
También animamos fiestas de amigos (CREYBAM, Vicky…).
Y, quizás uno de los momentos más apasionantes e increíbles de nuestra carrera musical, tocar en la cárcel de Aranjuez. Os dejo un texto que escribí justo después de estar allí:
“Llegamos allí tras atravesar un auténtico desierto. El carácter inhóspito y árido del paisaje parecía un preludio de lo que nos íbamos a encontrar. Sin embargo, nada más bajar del coche nos sorprendió el dulce olor que lo inundaba todo. Difícil discernir en aquel momento si era premio o trampa, como las abejas que son atraídas a la planta carnívora para ser engullidas. Teníamos un único objetivo. Acceder al corazón del laberinto. El peligro no es sólo perderte en él. El verdadero peligro reside en la ausencia de libertad que se respira allí dentro. Y cuanto más te adentras en él, más libertad devora. En la puerta de acceso ya nos limitaron la nuestra. Recorrimos interminables pasillos, salas de espera, puertas, rejas, alambradas, concertinas… atravesamos muros. Y en cada punto de acceso, una esfinge. Unas normas de seguridad que asustan, porque después hay que recorrerlas a la inversa para salir. ¿Seríamos capaces de salir ilesos del laberinto? Llamaba la atención el parecido de aquel lugar con una escuela.
Pero no fue un minotauro lo que nos encontramos allí dentro. Eran personas. Sí, PERSONAS. Tal vez algo perdidas, equivocadas, tal vez algo enfadadas, discriminadas, tal vez algo tristes… pero personas. Como niños castigados en un rincón. El verdadero minotauro son los muros del laberinto. El dulce olor no es suficiente para confundirnos, el laberinto devora personas. El olor trata de ocultar la tensión que provocan los muros, sin éxito. Y la búsqueda de la salida se convierte en una rutina mortal, que anula tu libertad como un disolvente.
Hicimos lo que veníamos a hacer. Y a la salida nos esperaban una multitud de pájaros. En el laberinto sí se escucha el cantar de los pájaros, pero suena diferente. Casi como una burla o una metáfora. Ellos son libres, por eso el corazón del laberinto les parece un buen lugar para anidar en los árboles que también intentar engañar la vista al visitante. Cumplimos nuestro cometido y abandonamos el laberinto. Desconcertados, pero felices y con la certeza de haber abierto una ventana de aire libre durante un par de horas a los habitantes del laberinto.
El minotauro no existe. En su lugar, nada más que personas.”
Tocamos en defensa de los derechos laborales, en la acampada organizada en favor de los 8 de Airbus:
Y también escribieron algún que otro artículo sobre nosotros:
Algunos de los lugares donde hemos tocado:
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Antigua Casa de la Juventud de Parla.
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Boulevard Norte de Parla.
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Bohemios (Parla).
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Andén (Parla).
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La Senda del Tiempo/ Let’s Go Rock Bar (Parla).
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Discoteca Chacal (Parla).
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Cappone (Parla).
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Chelsea (Parla).
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Freedom Rock Bar (Parla).
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Takk (Parla).
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En Direkto (Parla).
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Pirámides (Parla).
- Ébano’s (Parla).
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Nueva Casa de la Juventud de Parla.
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Café del Siglo (Villaverde Alto).
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Distrito 21 (Villaverde Alto).
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Cafetería de la Asociación Semilla (Villaverde Alto).
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El Espinillo.
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Fiestas de Villaverde Bajo (paseo).
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VII Castrorock (Segovia).
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Colegio Nobelis (Valdemoro).
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Acampada 8 Airbus (Getafe).
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Sala Galileo Galilei (Madrid).
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Pub Elvis (Fuenlabrada).
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Fiestas del barrio Parque Granada (Fuenlabrada).
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Pub Tito’s (Leganés).
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Haddock (Alcorcón).
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Sala Old School (Getafe).
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Lagarto Rock Bar (Sector 3).
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Peluquería… (Sector 3).
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Centro Cívico “La Alhóndiga” (Getafe).
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Fiestas de La Alhóndiga (Getafe).
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Los Chozos de Gredos (Bohoyo-Ávila).
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Fiestas de Carranque.
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Terraza El Boliche (Ugena-Toledo).
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Trémolo Bar (Ugena-Toledo).
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Centro Comercial El Ferial (Parla).
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Sala Laboratorio (Madrid).
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Centro Penitenciario Madrid VI (Aranjuez).
- Caseta ASACO de las fiestas de Parla.
- Caseta CREYBAM de las fiestas de Parla.
- Caseta PCE-IU de las fiestas de Parla.