En el año 2012, una carta firmada por una pequeña tribu de Brasil, conmocionaba a medio mundo. En ella afirmaban que 170 indígenas se suicidarían de forma colectiva si eran desalojados a la fuerza de las tierras que habían ocupado desde antaño sus ancestros. En definitiva, si nadie les tenía en cuenta, si no se tenían en cuenta sus derechos.
Esta carta me ronda la cabeza en los últimos días, en los que Urge Parla iniciado en la ciudad en la que vivo -Parla- una reivindicación sin precedentes solicitando a las autoridades los mismos derechos que el resto de ciudadanos de otros municipios cercanos con similares características.
Me pregunto por qué a estas alturas nuestros representantes políticos (y aquí me refiero a los que gobiernan) no han dado aún ningún tipo de señal respecto a si apoyan o no la movilización. Me pregunto qué más tenemos que hacer los ciudadanos para que se nos escuche, para que se luche por nuestra reclamaciones, para que se nos trate con dignidad, al fin y al cabo.
Desde mi punto de vista, los vecinos y vecinas de Parla nos hemos comportado de manera ejemplar. Hemos hecho nuestros deberes. Fuimos a las urnas cuando había que ir e incluso nos llegamos a creer aquello de que si elegíamos bien nos lloverían los recursos desde la administración central. Sin embargo, y visto lo visto, parece que no es así. Y como nuestros deseos no se cumplieron, algunos nos decantamos por hacer una petición formal en el pleno, reclamando para la ciudad un Plan de garantías de derechos para la ciudadanía de Parla. Y contamos con muchos apoyos, y se aprobó en el Pleno por unanimidad. Y, sin embargo, a día de hoy no se ha llevado a cabo ni uno sólo de aquellos puntos. ¿Qué más podemos hacer cuando se nos agotan todas las vías de escucha y participación posibles? ¿Qué hemos hecho tan mal para que nuestros representantes no parezcan interesados en lo que decimos?
Como decía, hemos hecho nuestros deberes, o al menos así lo pienso yo. Y además lo hemos hecho como les gusta a los políticos: por los cauces legales, sin hacer mucho ruido, ordenadamente. Y a cambio, ¿qué es lo que recibimos?
Yo creo que los parleños y parleñas, en los últimos tiempos, hemos sido manipulados, utilizados como armas arrojadizas, etiquetados, ninguneados, silenciados, robados impunemente, maltratados… Y ahora parece que quieren enterrarnos para que quedemos varados de por vida.
Señores representantes, el 6 de mayo muchos vecinos saldrán a la calle para reivindicar recursos para Parla. Me gustaría pensar que estaremos todos y todas. Me gustaría pensar que lo que importa es la ciudad, que todo el mundo ha entendido el mensaje de que ahora es tiempo de quitarse la chaqueta y mirar por Parla. Quizás prefieran luchar por la ciudad en sus despachos, a puerta cerrada, pero tal vez, por una vez, podrían hacerlo también de cara al pueblo. No es necesario ni siquiera que se dañen los pies caminando los 25 kilómetros que nos separan de una capital que a veces pareciera no saber que existimos. No es necesario que se sumen a nosotros ese día. Pero al menos, tengan la dignidad de reconocer el esfuerzo que algunos vamos a hacer. Son más de 1000 personas las que han firmado ya una petición para que Parla disponga de los mismos recursos que cualquier otro ciudadano de la Comunidad de Madrid, ni más, ni menos, los mismos. Incluso la escritora Rosa Montero nos llamó «guerreros».
No apoyar esta reivindicación de alguna manera, sería como dar la espalda a estas 1000 personas, sería como si no gobernaran para todos.
Y si, con todo, el 6 de mayo somos sólo unos pocos, si no conseguimos que nadie nos escuche, que se atiendan nuestras demandas, el último cartucho sea ése, el que un día hicieron suyo los indios Guarani-Kaiowá, el del suicidio colectivo.
Pero… si no eres de los que quieres suicidarte y prefieres luchar (incluso cuando nadie te escucha), firma y únete: