Todos los años me asaltan las mismas dudas al llegar este día. ¿Debo felicitar a todas las mujeres que me rodean? ¿No debo hacerlo? ¿Por qué razón las felicito? Presiento que a algunas les agasaja, a otras les enorgullece, a otras incluso les molesta e incluso las hay a las que les importa un bledo. Y lo mismo sucede si no lo hago.
Y es que tengo la sensación de que en este día cada uno celebra una cosa distinta. Sólo hace falta darte una vuelta por las redes sociales. Puedes ver alguna que otra cosa curiosa. Sobre todo en relación al género masculino, que vivimos este día con cierta incomodidad, entre la necesidad de sentirnos modernos e igualitarios y el resquemor de vivir nuestro “orgullo masculino” herido, sin saber muy bien por qué. Los hay que celebran este día como un símbolo de la incorporación de la mujer al trabajo; los que manifiestan estar en contra de la violencia machista; los hay que se pavonean con sus maravillosas mujeres aunque luego sigan siendo ellas las que lleven el peso de la casa, de los hijos y además tengan que cumplir las expectativas de esta sociedad que dicta que ser mujer y trabajadora (dentro y fuera de casa) es lo correcto; y los hay que no entienden nada de nada y recuerdan aquello de que para cuándo un día del hombre…
Y tampoco hay que perder de vista a las mujeres. Porque también se ven posturas tan extrañas como la de querer intentar construir este día como un espacio exclusivo, en contra del otro, de quien les sigue haciendo daño. Una especie de hermanamiento a todas luces justificado, pero que tal vez no sirva para seguir avanzando desde este lugar de la historia.
El único punto de vista que me convence de este día es el de la reivindicación de una sociedad igualitaria. Pero entonces… ¿por qué no llamarlo el Día contra el Machismo/Patriarcado o el Día de la Igualdad? Siempre llego a esta misma pregunta y siempre me viene a la memoria el mismo hecho histórico que, aunque un poco manido ya, no deja de ser importante. El de las 149 personas muertas en una fábrica de Nueva York en 1911. Sin duda, un momento simbólico (aunque no exclusivo y único) en la historia de la reivindicación de los derechos de las mujeres, pero un tanto alejado de nuestro contexto. Quizás situaciones como ésta sean las que me haga plantearme que sí es necesario disponer de un día específico para recordar a todas esas personas que lucharon por conseguir una sociedad más justa. Y no hay otro colectivo mayor que en la actualidad siga siendo discriminado y oprimido con tanta intensidad. Así que sí, es imprescindible. Igual que me parece esencial estar en contra de cualquier abuso de poder, de cualquier tipo de discriminación. Pero de nada servirá todo esto si no conseguimos hacer entender que el Día de la Mujer no es una fiesta. Es una lucha, una reivindicación, un ánimo colectivo de construir lo que debe de ser una sociedad en la que nadie se pueda sentir superior a nadie. De nada servirá mientras nuestros políticos sigan haciéndose la foto rodeados de mujeres, pero luego recortan recursos en educación y no activan verdaderas políticas de concienciación sobre la importancia de sentirnos iguales. De nada servirá si después de regalar flores a mi mujer sigo sin luchar por la conciliación familiar. De nada servirá si tras las felicitaciones sigo pensando que el único que puede proteger a mis hijas del resto de los hombres soy yo (escopeta en mano) sin apoyarlas en un empoderamiento que no es mío, sino exclusivamente suyo. De nada servirá si tras las manifestaciones de apoyo vuelvo a casa y considero que este asunto no es también mío. De nada servirá si cuando he pensado en escribir este texto automáticamente he pensado en no hacerlo, porque tal vez no me iba a dar tiempo a hacerlo a lo largo del Día de la Mujer, porque he pensado que tal vez, tan sólo un día después, ya llegaría tarde. Porque parece que mañana ya no seremos iguales.
Yo no añadiría ni una coma en tu escrito. simplemente gracias.
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