Solía ir a aquel bar. En el que estaba aquella camarera que se parecía a alguien que conocía. Alguien que en otro tiempo encontré atractiva, pero de la que no recordaba exactamente su rostro ni su nombre. En él también estaba aquel otro tipo, el que confundía con otro al que hacía tiempo que no veía, pero que era como su versión envejecida. Y aquel calendario en la pared, cuyo tiempo también me resultaba familiar, pero resultaba distinto. Como si todo en aquel lugar fuera el reflejo oscuro de un mundo mucho más fresco, más real… O tal vez lo verdaderamente real fuera el bar. No lo sé. Incluso la música resonaba a otras canciones más conocidas, más famosas. Pero no lo eran. ¿Has tenido alguna vez esa sensación? Era como si todo en aquel antro tuviera la necesidad de imitar, pero con limitaciones, sin correr el peligro de ser acusado de plagio. La cerveza… el café… sabía similar, olía similar… como un triste sucedáneo, como cuando recibías aquel regalo el día de Reyes. El color era el mismo, la caja era casi idéntica, pero al abrirlo comprendías que era la versión para pobres del juguete que habías pedido a unos traicioneros y elitistas magos.
El aire también entraba en tus pulmones haciéndote sentir que respirabas, pero al salir a la calle, al abandonar el local, comprendías que aquello que habías hecho dentro no era exactamente respirar. Se le parecía, pero no era así. El olor allí te recordaba a algo, quizás a aceitunas o a aceite, ¿quién sabe? Tampoco era importante. Respirar no siempre es lo que uno anda buscando. De hecho, yo jamás supe del todo la razón de mi persistencia. Iba y punto. Aunque nunca dejé de sentir aquella extraña sensación de deja vù para ciegos. Pero me daba igual. Me tomaba un café, leía el periódico y se me pasaba. En el fondo la gente era amable o al menos lo parecía.
Sólo sé que dejé de acudir a él el día que aquella muchacha a la que nunca había visto se acercó a mí y me dijo:
– ¿Nunca te han dicho que te pareces a Carmelo Gómez?
Seguramente no esperabas que te leyeran en una playa tumbada en la arena en enero. Es lo primero que públicas en el año y yo lo primero que leo. Como siempre me es fácil hacer mío lo que escribes. Un abrazo isleño.
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Gracias Chajaira, qué sorpresa! Abrazos!
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